Son numerosas las formas de contaminación y los problemas
ambientales que los seres humanos estamos provocando desde los inicios
de la revolución industrial y, muy en particular, durante el último
medio siglo. Los costes de esta degradación ambiental no se han tomado
en consideración hasta recientemente, pero se empieza a comprender que
deben ser incorporados en la evaluación de cualquier proyecto; no se
pueden “externalizar”, como se ha venido haciendo, porque hoy
sabemos que ello resulta absolutamente insostenible.
El problema de la contaminación es uno de los primeros que nos suele
venir a la mente cuando pensamos en la situación del mundo,
puesto que la contaminación ambiental hoy no conoce fronteras y afecta a
todo el planeta. Eso lo expresó muy claramente el ex presidente de la
República Checa, Vaclav Havel, hablando de Chernobyl: "una
radioactividad que ignora fronteras nacionales nos recuerda que vivimos
- por primera vez en la historia- en una civilización interconectada
que envuelve el planeta. Cualquier cosa que ocurra en un lugar puede,
para bien o para mal, afectarnos a todos".
La mayoría de los ciudadanos percibimos ese carácter global del
problema de la contaminación; por eso nos referimos a ella como uno de
los principales problemas del planeta. Pero conviene hacer un esfuerzo
por concretar y abordar de una forma más precisa las distintas formas
de contaminación y sus consecuencias. No basta, en efecto, con
referirse genéricamente a la contaminación del aire (debida a
procesos industriales que no depuran las emisiones, a los sistemas de
calefacción y al transporte, etc.), de los suelos
(por almacenamiento de sustancias sólidas peligrosas: radiactivas,
metales pesados, plásticos no biodegradables…) y de las aguas
superficiales y subterráneas (por los vertidos sin depurar de líquidos
contaminantes, de origen industrial, urbano y agrícola, las “mareas
negras”, y también, de nuevo, los plásticos, cuyas bolsas han
“colonizado” todos los mares, provocando la muerte por ahogamiento de
tortugas y grandes peces y dando lugar a inmensas islas flotantes,
etc.).
En un informe presentado con motivo de la celebración del Día
Mundial de los Océanos, el 8 de junio de 2009, el Director General del
PNUMA, Achim Steiner, hizo un llamamiento del Programa de Naciones
Unidas para el Medioambiente para que se dejen de fabricar bolsas de
plástico en todo el mundo, por el daño que causan a mares y océanos.
Miles de animales marinos mueren al año y decenas de ecosistemas se
deterioran irreversiblemente por las bolsas de plástico arrojadas al
mar “No hay justificación para continuar produciéndolas” añadió,
pidiendo su prohibición. Diversas iniciativas educativas y legislativas
han avanzado en esa dirección en varios países: desde llamamientos
ciudadanos a rechazar su uso y promover la utilización de bolsas de
larga duración hasta la introducción de impuestos o la prohibición
directa. En función de las circunstancias de cada país, se puede
recurrir a la prohibición o a introducir un impuesto que se traduzca en
un coste que desaconseje el uso de las bolsas. “Tax or Ban” (“impuesto
o prohibición”) es el dilema actual, según sostiene el Worldwatch
Institute, además de promover el rechazo consciente de la
ciudadanía; pero la acción es necesaria y urgente, como lo son tantas
otras medidas para hacer posible un futuro sostenible y contribuir a
resolver los graves problemas que afectan a la humanidad.
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